Caden Knight // Gale Harold

Caden Knight



Edad: 38 años.

Ocupación: Empresario. Regente de la fábrica de algodón Cotton Knight.

Biografía: Los Knight, ¡pero qué familia tan afortunada! Desde innumerables generaciones, además. Jamás se quejaron del peso de sus carteras y, si alguna vez lo hicieron, fue por pura e insana ambición. Pero ¿cómo podría extrañarnos que una familia aristocrática, poderosa y temida, no quisiese más?

Geremy Knight siempre controló el barrio londinense donde vivía. Era un afamado soldado del ejército inglés que había vivido y luchado con éxito, sobrevivido a guerras cruentas que le encantaba narrar con todo lujo de detalles, aunque éstos resultasen de lo más desagradables. Tenía amistades influyentes y las mujeres se pegaban codazos para poder sentarse a su lado en los festines que él mismo organizaba en su mansión. Fiestas un tanto bacanales y magnánimas, un despilfarro de dinero sin ton ni son que solía utilizarse, en su mayoría, para adornar las mesas con figuras de hielo. Era todo un triunfador, y, cuando conoció a Eve Clark, una costurera reclamada por sus innovadores ideas para vestidos y cortinas, su suerte se multiplicó como la espuma. La señorita Clark se hizo la remolona durante un par de meses (alegando que los pañuelos que Geremy usaba para taparse la garganta por el frío estaban pasadísimos de moda y nunca podría comprometerse con un hombre tan hortera). Pero Geremy conseguía todo lo que se proponía y en más o menos tres meses, Eve Clark empezó a comer de su manita y a reclamarle dinero para que un pintor hiciese el retrato de ambos. Hacían una pareja curiosa; ella era muy alta, él muy bajo, a ella le gustaba Jane Austen y detestaba a Dickens, el escritor favorito de Geremy era Charles Dickens, y no soportaba las insolencias de la escritora. Aun así, durante un tiempo se quisieron de verdad, luego, todo fue pura conveniencia.

Cuando nació Caden ambos se alegraron, los dos querían tener un hijo. Geremy por lo propio, Eve era una mujer altanera y vanidosa y se hubiese pegado un tiro a sí misma por envidiar en exceso la joven piel de su hipotética primogénita. El joven Knight comenzó temprano a formarse con una educación férreamente religiosa, y es que si por algo dejaba de lado las novelas rosas la señora Knight, era por la Biblia. Caden era inteligente, pero insubordinado. Detestaba su escuela, repleta de limitaciones y oraciones, de miradas severas por parte de los curas cuando a él se le ocurría mear en los jardines que rodeaban la capilla. Odiaba el olor de las gachas frías en la merienda y tener que rezar tres padres nuestros y cuatro ave marías cada vez que hacía alguna travesura. Pero si había algo por lo que se sentía realmente atormentado era por la natación.

En primavera y en verano, los estudiantes se acercaban al lago para concursar en competiciones escolares, una de las escasas diversiones de las que gozaban. El sol era tibio, el agua estaba en su punto, la leve brisa con olor a silvestre incitaba a echarse una siesta. Idílico, ¿no? Caden también lo pensaba, pero no por el ensoñador paisaje. Sino por sus compañeros en calzones blancos, torsos desnudos, y nucas mojadas. Por la cercanía que aprovechaba cuando James, Harry o Gustave ganaban las carreras en el agua, dándoles palmaditas en la espalda. Y es que para él era muy difícil controlarse o, mejor dicho, controlar su impaciencia. Sim embargo encontró formas de desahogarse porque en una escuela exclusivamente masculina era raro que él fuese el único homosexual. Había unos pocos, acojonados, claro. Si los pillaban no sólo avisarían a los padres, seguramente los curas les propinasen con la tabla o algo peor.

Caden creció entre secretos y sexo. Sus confidencias solamente las conocían aquellos que habían visitado su cama.

Su madre murió cuando él tenía 26 años por una enfermedad respiratoria. No supuso un duro golpe para nadie, excepto para Geremy. Caden ya lo veía venir (por sus constantes ataques de asma) y ni siquiera se sintió afligido, nunca había estado unido a su madre, ni a su padre. Ese mismo año de marchó de la capital (que empezaba a hastiarle, con sus patéticas normas de conducta) para aposentarse en Whitechapel, un lugar mugriento donde vivía como un auténtico rey. Caden siempre fue un chico con un futuro dominante, lo sabía todo el mundo, por eso, a nadie le extrañó que a sus 34 años, después de muchos oficios maravillosos que lo habían encumbrado, construyese una fábrica de algodón, un tejido mucho más económico y cómodo que la lana. Su fábrica, Cotton Knight, se ha convertido en una de las más victoriosas con los avances técnicos de la Revolución. Aunque proporciona empleo a muchos individuos, el trato que allí reciben en penoso. Horas extra de trabajo que Caden ni se limita a pagar a su empleados y una condiciones bastante paupérrimas que dificultan la tarea.