Whitechapel

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Bienvenido al corazón y a las tripas de Londres


    Katherine Walsh // Evangeline Lilly

    Edelstein
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    Runs with the wolves


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    Katherine Walsh // Evangeline Lilly Empty Katherine Walsh // Evangeline Lilly

    Mensaje  Edelstein Mar Mar 23, 2010 2:36 am

    Katherine, Kate, Walsh

    Katherine Walsh // Evangeline Lilly Normal_ElleUK-06.06-002

    Edad: 31 años

    Ocupación: Timadora profesional. Cazafortunas.

    Biografía: Nacida en Dublín hace 31 años, de madre soltera, se crió con ella hasta que cumplió los ocho. Con esa edad, ya conocía suficiente de la vida como para saber que el plato caliente que nunca faltaba en la mesa se compraba con el dinero que extraía su madre de vender su cuerpo a extraños, utilizando su cama de matrimonio de encima del cuarto de Kate para ejercer la profesión más antigua del mundo.
    Cuando Kate cumplió 7 su madre se lo advirtió: "tengo sífilis", le dijo, "aún eres muy pequeña para saber que es, pero es cosa mala". Kate tuvo que dejar de ir al colegio para cuidar de su madre, que, en los últimos momentos de su vida se dio cuenta de que estaba completamente sola.
    Para sorpresa de Kate, durante el funeral de su madre un hombre se le acercó: era su padre, o eso le dijo. Un hombre alto, apuesto y trajeado, Kate nunca había visto a una persona tan bien vestida en su vida. Puesto que Kate no tenía a donde ir, decidió irse con aquel hombre que, a pesar de ser la primera vez que le veía en toda su vida, le dijo que era su padre.
    Para Kate fue un cambio drástico: pasó de vivir en una choza a vivir en un palacete en el centro neurálgico de la ciudad de Dublín; su padre debía ser un hombre de negocios, por lo que ella se imaginó. Fue a la escuela pública, porque su padre le decía que fortalecía más el caracter, pero a la edad de doce años, su padre le dijo que ya había aprendido suficiente, y que ahora tenía que enseñarle él lo que de verdad era la vida. La llamó a su despacho y se lo dijo claramente: "Kate, hija mia, soy un timador, esta fortuna que ves a tu alrededor la he formado con humo: mentiras bien estudiadas y trabajadas, momentos aprovechados, ahora mi labor es enseñarte mi profesión".
    Kate aprendió, vaya que si aprendió: desde el clásico timo de la estampita, pasando por "el trilero", trucos para sacarte de pobre, vamos, como decía su padre.
    A los 15 años, Kate era una timadora fabulosa: su padre y ella eran uña y carne, de lo que ella se alegraba. Viajaban juntos por toda Dublín, dando pequeños palos, robando pequeñas fortunas. Se hicieron de oro. Una mañana, cuando ella tenía 18 años, la policía llamó a su puerta, querían llevarse a su padre, según decían, "le hemos pillado". Kate recordará toda su vida como esos dos hombres le ponían los grilletes y se lo llevaban en un coche, su padre, humillado, ni siquiera se atrevió a mirar a los ojos a su hija Kate.
    Ella salió airosa, totalmente impune: su padre testificó que ella no tenía nada que ver, que se sabía rica de cuna sin entender el motivo, y que era una cría tonta y mimada. Durante el juicio, ella se presentó como tal: luciendo pomposas joyas y vestidos caros, tal y como su padre le dijo que hiciera, tardando largos ratos en responder a preguntas básicas: el juez admitió que aquella chica era tonta, y que de verdad no tenía nada que ver. Su padre le salvó el culo. Le condenaron a diez años de cárcel y a trabajos forzosos para la comunidad. Lo primero que le dijo su padre fue que vendiese rápidamente todo el patrimonio y que huyera a o a la ciudad grande más cercana, ella así lo hizo, estableciendose en otro palacete señorial, esta vez en Notting Hill, y sobreviviendo de la única forma que sabía: timando.
    Al mes recibió una llamada de su padre: podía sacarle de la cárcel, pero necesitaba una suma inmensa de dinero; se verían en el puerte una vez él tuviera el dinero y se mudarían a Nueva York, América, a la tierra de las oportunidades. Para reunir tal cantidad de dinero, Kate vendió el palacete en Notting Hill y además, trabajó duro mientras vivía en una pensión para sacar aún más dinero. Le envió todo eso a su padre y, el dia señalado, acudió al puerto con una pequeña maletita de mano. Pasaron cuatro horas. Su padre jamás apareció.
    Kate no era capaz de comprenderlo, pensó que algo habría ido mal, que había algún fallo, tenía que contactar con él. Pero cuando llegó a la pensión, encontró una carta de su padre:
    "Querida Kate,
    siento haber tenido que hacer todo esto, me duele en el alma causarte tantos problemas, a tí, mi única hija, pero no tenía escapatoria.
    Te querré siempre".
    Kate no se lo podía creer: su padre, sangre de su sangre, la había timado, y no solo eso: ahora estaba de patitas en la calle, sin propiedades ni fortuna alguna, había caido como una tonta, fiándose de la única persona de la que pensaba que podía fiarse. Era la traición más grande de la historia, y a Kate no le entraba en la cabeza.
    Pasó largos años de su vida timando y consiguiendo dinero solamente para comprar información, con el tiempo, se fue enterando de la verdad: los policias que fueron a su casa, estaban compinchados, el juicio fue falso, su padre vivía en América, con su otra familia y tenía un pesto de trabajo respetable. Kate lloró lágrimas amargas durante muchas noches, hasta que cayó en la cuenta: No tenía a nadie, no podía fiarse de nadie, tendría que seguir su camino sola, y permanecer sola hasta el día de su muerte. Porque a fin de cuentas, si no puedes fiarte ni de tu propio padre, ¿qué te queda?.
    A los veinticinco años podría decirse que había salido del agujero: establecía la misma dinámica que le enseñó su padre, los timos solía hacerlos fuera de , en pueblecitos o pequeñas ciudades, iba y volvía en tren, se disfrazaba, a veces era rubia, otras morena, otras pelirroja. A veces una femme fatale que quería asesinar a su marido y repartir la fortuna, otras, una monja de clausura que necesitaba cobijarse unas noches. Sus timos iban mejorando con los años, como el buen vino, y su capacidad de mentir, casi innata, prácticamente la sacaba de cualquier apuro.
    Vivía cómodamente, aunque sin excesos. A veces se pasaba tres meses sin dar un golpe, sus vecinos siempre pensaban que vivía de rentas, ella pretendía mantener una buena reputación en su vecindario, así que estuvo saliendo con un joven arquitecto una temporada. Kate casi llega a enamorarse, pero se dio cuenta de que, en esa vida cómoda y relajada, le faltaba la tensión y el riesgo de sus palos. Así que terminó dejándole.
    Hace un año, Kate fue a uno de los salones más lujosos de a codearse con la alta sociedad: allí conoció a un hombre, rubio, sexy, guapo... y con pinta de rico. No se lo pensó dos veces para intentar colarle el timo de los collares: consistía en entablar conversación con él, decirle que le acababan de llegar unos collares de diamantes de Suiza, que no los quería tasar para que no se lo quedase todo el Estado, pero que quería venderlos a gente de confianza. Su gancho: un tasador, un hombre mayor que observava con ojo clínico esos collares que no eran más que cristal. El hombre, a su vez, le propuso un negocio entre manos: estaba a punto de entrar en un increible negocio de exportaciones e importaciones, necesitaba socios, como solamente era poner dinero buscaba buenos inversores, y ella era una de las elegidas.
    No hizo falta que llegasen a la segunda copa para que los dos se dieran cuenta de que se estaban timando mutuamente: en lugar de enfadarse, se rieron y aunaron fuerzas. Ella se presentó como una futura inversora del negocio de él, muchas mujeres picaron el anzuelo, y él, a su vez, dijo que tenía unos collares de diamentes de las primeras importaciones traídas de África que quería venderles, como obsequio, por meterse en el negocio. Esa noche repartieron el dinero, 50-50. Fue uno de los mayores palos que ella había dado hasta ahora, les salió redondo.
    A pesar de trabajar por libre, Kate y James Cooper cada vez hacían más tratos juntos: eran conscientes de que juntos eran insuperables, empezaron a reunirse muy a menudo, ya no solo para planear algo, sino porque era muy agradable poder hablar libremente con alguien que compartiese tu visión de la vida. Era, sencillamente, liberador.
    Planearon otro palo como el anterior, esta vez en Dublín, para no levantar sospechas: diamantes y negocios de importación con el extranjero. Aquella noche pasó algo: entre los invitados a aquella cena (a la que ellos se colaron con más cara que espalda, frac y vestidazo), se encontraba el padre de Kate. Ella le reconoció al instante, pero ella había cambiado tanto que él ni la vio. Kate habló con su socio, le dijo a qué mujer debían timar: a la esposa de su padre, esa mujer por la que su padre la había abandonado. Y así lo hicieron, venderle tres collares de cristal fue el asunto más fácil del mundo, los compró sin consultar a su marido, a golpe de billetazo: conseguir que invirtiera fue más complicado, fueron necesarias grandes dosis de alcohol y que Kate encerrase a su padre en el baño durante unas cuantas horas, para que ella no tuviera ninguna distracción. Ella terminó aceptando, poniendo la casa de Manhattan como aval bancario. Entre la esposa de su padre y el resto de mujeres que se dejaban encandilar con la labia de su socio, y los asentimientos de cabeza de ella, sacaron una cantidad mucho mayor que la de la vez anterior. Y además, ella había conseguido vengarse de su padre.
    Esa noche, ella no sabe bien por qué: si fue culpa del éxito de la operación, de haberse sentido realizada como timadora logrando por fin amonestar a su padre o si el encanto particular de James también la embriagó a ella, pero, con unas copitas de champagne y unas cuantas fresas, Kate y su socio mantuvieron una tórrida noche de pasión. Al día siguiente, Kate se sentía fatal: no quería caer en las redes de un timador, una vez más, así que con el café, le dio la noticia: "Esto no puede volver a pasar, los negocios y el placer no pueden juntarse o se irá todo a pique, fue una noche de locura que jamás volverá a repetirse".
    Kate no puede evitar sentirse atraída por él, a fin de cuentas sabe que es el único hombre capaz de comprenderla, pero ese sentimiento de traición y desconfianza que su padre engendró en ella, hace que coloque un muro de hormigón en la pared de sus sentimientos. Cabeza fría, suele decirse siempre, mente despierta.
    Respecto al asunto de su padre, cuando Kate y James se repartieron el jugoso pastel, ella se quedó con la casa de Manhattan: en lugar de venderla, la puso a su nombre y se la regaló desinteresadamente a su padre, a través de un abogado, y con una nota que decía: "Te lo merecías. Yo gano". Kate es feliz sabiendo que su padre se sintió timado y de que, pese a todo, nunca podrá deshacerse de ese sentimiento, puesto que vive en una casa pagada por la timadora de su hija.
    Kate y James preparan un nuevo golpe. Para ello, ella a solicitado un trabajo como niñera en la casa de uno de los policías más importantes de , él, en el Banco Nacional. Quien sabe lo que les deparará el futuro, de momento, se entretienen planificándolo.

    Personalidad: Fuerte, independiente, decidida. Kate es una mujer muy racional: planifica hasta el milímetro todo, valorando posibles fallos. Es la clase de persona que siempre tiene un plan C, por si los dos anteriores le fallan. No se fía ni de su propia sombra, y llegar a conocerla es tremendamente dificil. No puedes saber al cien por cien lo que está pensando, si actúa de esa forma porque de verdad intenta conseguir algo, o si lo que intenta es que tu cambies de opinión y te pongas de su parte.
    Está tan acostumbrada al timo que no comprende otra forma de vida: para ella todo es un juego del azar; o ganas o pierdes. Para ella enamorarse es perder en la vida, es venderse al enemigo. En su plano del mundo, solo existen dos tipos de personas: timadores y engañados. Ella está siempre alerta por no volver a pertenecer al segundo grupo.

    Relación con otros personajes: "Socia" de James Cooper, empezará a trabajar en casa de Andrew Miller como niñera.

    Imagen: Evangeline Lilly

    Llevado por: Carrie

      Fecha y hora actual: Vie Mayo 17, 2024 10:57 am