{con Irvine Graham}
Irvine Graham y su gigantesco orgullo. Era agotador. Prefería morirse de hambre antes que pedirle a Caden otra oportunidad, Dios, cabezota. ¿Lo estaba diciendo en serio, realmente? Porque las personas como él y como yo sabemos lo mucho que duele (literalmente) tener hambre, que se te encoja el estómago hasta tener náuseas del aire. Y sí, sería genial poder decirle a Knight, o a cualquier otro jefe igual de capullo que no nos sale de los huevos que nos exploten, pero primero tenemos que fingir que no aspiramos a nada más, que hagan lo que hagan seguiremos lamiéndoles el culo. Hasta que llegue el día en el cual se lo digamos, se lo exijamos por fin... si él no se va con los leprechauns, claro.
- Yo que sé. Tengo que hacer algo con esto, pero no sé el qué. A lo mejor tú podrías enterarte de qué pasa dentro, ya sabes, hacerte el buenecito y seguir con lo que estábamos, porque ya estábamos cerca de conseguir hacer algo.
- Sí, muy cerca. Pero cada vez es más complicado. Knight no es idiota, en el sentido de estúpido, se huele algo. Ni siquiera podemos confabular en el baño durante más de dos minutos y cada vez salen más traidores entre nosotros, comprados por Caden.
Nos quedamos un rato callados. Miré a Irvine y observé en él la mirada que solía poner cuando se le ocurría alguna locura tipo "quizá muramos en el intento, pero qué genial sería intentarlo..."
- No sé, he estado pensado...¿y sabes? Creo que con manifestaciones y esas cosas no hay manera, quiero decir, ¿qué puede pasar? Nada, nos ignorará y punto, en cambio...en cambio... En cambio, si les hacemos daño de verdad tendrán que escucharnos. No quiero decir que vayamos a darle de ostias a Knight, eso no nos serviría de nada, pero ¿quién dice que si se queda sin máquinas, no vaya a prestarnos atención?
- Vale, ¿y cómo vas a hacer eso?
- Tenemos que destrozar esa puta fábrica, desde dentro. No con una revolución pacífica, no. Quemarla. Cargarnos las putas máquinas. Es loque vamos a hacer. Es lo que vas a hacer
Lo miré con los ojos muy abiertos y yo también me levanté de la mesa, pegando un brinco. Me acerqué a él mirándole como si se le hubiese ido la cabeza, qué cojones, ¡se le había ido la maldita cabeza! ¿Hola? ¿He oído bien? ¿C-Cómo que YO voy a hacerlo? ¿Me ves cara de querer morir pronto?
- Tendrás que buscarte un turno de noche, Powell. El cabrón de Knight se va a arrepentir de todo lo que ha hecho, se va a arrepentir de haber nacido.
- Vale, está bien, cálmate. A ver, en el caso de que yo decidiese hacer de pirómano en potencia, no quemaríamos todas las máquinas, solo unas cuantas. Si destrozamos toda la fábrica nos quedamos sin trabajo, es decir, sin dinero, y por tanto, sin comida, y aunque a ti te resulte tentadora la idea de morir pronto a mí no, gracias - le sonreí ligeramente y me froté los párpados con los dedos -. Bien. Quemaríamos las justas para que Knight supiese que vamos en serio, para lograr llamar su atención. Recuerda que no queremos arruinarle - Si él se arruina nos arruinamos nosotros. Noté decepción en la mirada de Irvine. Sí, ya, ya. Si por el fuera estaría bajo tierra a estas horas -, aunque te encantaría hacerlo, ya lo sé. Solo queremos que nos escuche, que cambie cosas a nuestro favor. Lograr unas buenas condiciones de trabajo, eso es todo.
Suspiré y me apoyé en la pared, pensativo. Irvine tenía la capacidad de ponerme tenso en un instante, de hacer que me preocupase por cosas que ni siquiera habían pasado. Tragué saliva y lo miré, con la mano en la barbilla.
- Ahora, explícame un detalle sin importancia... ¡¿Cómo que voy a quemar las máquinas?! ¿Por qué yo? - pregunté como un niño de cinco años. Moví las manos -. Vale, vale, lo haré, pero que sepas que te odio, Irvine Graham, y que si salgo con la cara deforme, achicharrada, será enteramente por tu culpa - Le miré con reprobación durante un instante y luego se me pasó el pánico -. Tendremos que avisar a los demás, ya verás cuantos tiran la toalla, la idea de las pancartas era mucho más agradable - bromeé -. De todas formas, intenta entrar otra vez, aunque tengas que tragarte ese irritante orgullo tuyo - reí quedamente y luego me miré los zapatos. Qué lío.